Cuando parece que ya todo está dicho en el lenguaje cinematográfico, llega “MAPA” a la cartelera. Su autor, León Siminiani, que ya ha sido reconocido con sus anteriores trabajos en el panorama audiovisual, se enfrenta a su prueba de fuego con la presentación en cines de éste su último trabajo. Además, este año, está nominado a los Goya en la sección de documental. Ganadora como Mejor Documental Europeo en el Festival de Sevilla 2012 y como Mejor Opera Prima Internacional en el Festival Internacional de Cinema de Tarragona, “Mapa” es una propuesta novedosa y fresca que escapa de toda catalogación específica. Si nuestra disciplina mental insistiera en la necesidad de una catalogación, en la búsqueda de un género en el que “encerrarla” (en el sentido más peyorativo de esta palabra), tal vez deberíamos de acudir al cine-ensayo. No obstante, al enclavarse en un momento en el que el cine se encuentra reinventándose, aún no ha nacido la palabra capaz de denominar una obra de estas características. “Mapa” es distinta de toda obra de la que pueda beber para existir. Digamos que su autor ha podido nutrirse de diferentes propuestas pertenecientes a un pasado no tan lejano (véase Chris Marker, por ejemplo) para deconstruirlas y edificar sobre sus cimientos una nueva edificación que, en su esencia, no se parece a ninguna. Narrada desde la voz del “yo” de quien la narra (esto es, Siminiani) dicha propuesta acerca al espectador a una posición privilegiada, posicionándole “a la derecha del cineasta”. El autor se sincera con su público aprovechando al máximo las herramientas que el cine le permite para dicha intención. Su película es en realidad su propia historia personal, su camino vital. Este paralelismo es bien evidente, pues el filme camina al ritmo que camina Siminiani, avanzando más rápido o más despacio, deteniéndose y reanudando la marcha.
'Siminiani nos habla desde la cercanía, desde una mirada de las cosas con la que nos sentimos identificados enseguida. En realidad, quien habla es su flujo de conciencia, pues asistimos en “directo” a cada uno de sus pensamientos, lo que extrae de ellos y lo que provocan en sus acciones'.
A diferencia de los que piensan que el empleo de la voz en primera persona para narrar resulta egocéntrico, ahí estaba el ya citado Marker para demostrar todo lo contrario. El autor te está diciendo, desde su humildad, que solo tiene como herramienta su visión de las cosas para contarte una historia. Es más, me atrevería a decir incluso que Siminiani se aparta de esos otros autores que solo buscan demostrar lo interesantes que son sus propuestas mediante el empleo de textos guionísticos plagados de pedantería. Él nos habla desde la cercanía, desde una mirada de las cosas con la que nos sentimos identificados enseguida. En realidad, quien habla es su flujo de conciencia, pues asistimos en “directo” a cada uno de sus pensamientos, lo que extrae de ellos y lo que provocan en sus acciones. Dentro del cinema verité, quizá sea esta forma de trabajar una de las que más se acerquen al cumplimiento de su propósito. No obstante, no debemos de confiarnos en ningún momento, pues aquello que se nos presenta como “real” quizá sea lo más goloso a la hora de ficcionar. La mosca que se posa en la pared y capta tal como sucede la propia realidad, juega a exponerse al máximo al tomar como objeto de captación al propio autor de la historia. Con esto ha jugado de hecho Siminiani en sus anteriores trabajos: El espectador, tiende a creerse lo que le presenta, para después demostrarle que ha jugado con su buena fe, dejando a su vista la trampa y el cartón.
'El viaje que queda trazado en el mapa que da título al documental, no solo es físico sino espiritual. Siminiani busca conocerse mediante éste, llegar a resolver en gran parte todas esas interrogaciones que se han formado dentro de él'
“Mapa” arranca con la situación personal en la que se encuentra Siminiani en el año 2007: su novia Ainhoa le ha dejado y ha sido despedido de su trabajo en una cadena de televisión. Puede decirse que el autor acaba de colocarse de nuevo en la casilla de salida, pero que no sabe hacia dónde partir. Ha desandado lo recorrido y ahora tiene una nueva oportunidad para marcar el rumbo de su vida. ¿Qué es lo que hace entonces? Se vale de ese instrumento llamado “cine” que siempre le ha atraído, y decide construir su relato a partir de cero con este medio. Decide construir un diario audiovisual en formato cuatro tercios, condensando en 85 minutos un periplo de casi cuatro años. Un diario concebido para que otros lo lean (como suele suceder en la mayoría de los casos), y que sirve además como método terapéutico. El viaje que queda trazado en el mapa que da título al documental, no solo es físico sino espiritual. Siminiani busca conocerse mediante éste, llegar a resolver en gran parte todas esas interrogaciones que se han formado dentro de él. Por supuesto, este recorrido está surcado de subidas y bajadas, y su final, a diferencia de las historias más convencionales, no tiene por qué tener una respuesta concreta y tranquilizadora. El ser humano no finaliza su vida con una certeza de las cosas, pero es consciente de que ha aprendido un gran número de cosas, de que su experiencia se ha visto extremadamente enriquecida. Esto es lo importante.
Siminiani se convierte en un hombre con una cámara pegada a él, captando cada momento vital de su existencia. Muchos de esos paisajes los desconoce y se pregunta por ellos, tratando de ligarlos a su propia existencia. Todo lo que surge en su camino resulta efímero, nace y muere en el metraje de sus cintas de video. ¿Y qué es la vida sino una gran cantidad de vivencias por las que hay que pasar y a las que no se suele regresar?
Divertido y ocurrente, Siminiani nos demuestra que la vida puede ser una gran broma, y que pudiendo elegir, más nos vale tomárnosla con sentido del humor.
_ Javier Mateo Hidalgo