Después de cuatro años desaparecido, Travis Henderson (Harry Dean Stanton), un hombre que abandonó a su mujer e hijo para viajar a pie por todo el país, llega exhausto a una gasolinera de Texas. Dado que no quiere hablar y que lo único que lleva encima es una tarjeta con el nombre y número de su hermano Walter (Dean Stockwell), el propietario lo llama para que lo recoja. Cuando, asombrado por que su hermano siga vivo, lo lleva a su casa en Los Ángeles, Travis se encuentra con que su hijo Hunter (Hunter Carson) se ha criado con Walter y su esposa Anne (Aurore Clément) y que su mujer, Jane (Nastassja Kinski), ha desaparecido. A partir de ahí decidirá reconstruir todas las piezas que él mismo deshizo al abandonar a su familia para encontrar la redención.
Antes de nada me gustaría decir que París, Texas es una película necesaria, tanto cinematográfica como emocionalmente. Y digo emocionalmente porque ha despertado en mí un sentimiento interior que ya conocía pero que nunca antes había sido tocado tan fuerte por ninguna otra obra: la necesidad innata y humana de libertad. Muchas películas saben jugar con nuestros sentimientos, pero en su mayoría se limitan a rozarlos. París, Texas ahonda en ellos y los araña.
Podría tirarme horas escribiendo una crítica de alabanza sobre el enorme arte que posee Wenders y dedicarme a ensalzar su figura hasta resultar cargante, pero prefiero empezar hablando de lo único que me ha disgustado. Y ese algo es el hecho de que decida despejar la incógnita sobre el pasado de Travis, el porqué de que haya abandonado tanto a su mujer como a su hijo para realizar ese exhaustivo viaje por el paisaje americano. Lo primero que quiero decir es que concebí este hecho como un viaje interior, un viaje espiritual del protagonista que, harto de las ataduras del compromiso conyugal y necesitado de la libertad innata a la que todo ser debe aspirar, siente que debe hacer para sentirse humano.
El hecho de que al final de la película Wenders decida dar una explicación a esta incógnita en aquella magnífica escena donde Jane y Travis mantienen una larga conversación en un hermoso plano secuencia de casi diez minutos dentro del peep-show, me ha fastidiado. Esto se debe a que, como ya he dicho, yo había concebido la idea interior del protagonista, su objetivo, como otro que en realidad no era. Si Wenders hubiese dejado ese 'misterio' sin resolver, a gusto del espectador, aunque todo lo demás se hubiese quedado tal como estaba, la película, con un mensaje libre de interpretación, hubiese adquirido un contenido “filosófico” (aunque esté mal expresado) y personal mucho más grande y fuerte.
Decía Oscar Wilde que el mensaje de la obra de arte se construye en base a la personalidad del espectador. Yo me había metido tanto en el personaje que había aplicado mis propios sentimientos y conceptos a él. De hecho, muchas de las acciones que lleva a cabo (las manías de colocar los zapatos, la limpieza, las reacciones, etc.) en mi caso hubiesen sido similares. Sin embargo, el porqué de aquel 'viaje' y 'abandono' de la familia era en base una idea ligeramente diferente a la que yo concebía, y si se resuelve, aunque en realidad el mensaje sea el mismo, ya no se puede aplicar aquel concepto que exponía Wilde, el de 'libertad interpretativa'. Ya no se construye el personaje en base a lo que YO QUIERO QUE SEA, sino a lo que WENDERS QUIERE QUE SEA, entonces destroza todo lo que yo había creado, diezmando mi propia capacidad como espectador de interpretar el mensaje y de valorar la actitud del protagonista desde una perspectiva personal.
'París, Texas despierta en mi una sensación inmoral básica del ser humano: una llamada desesperada a la libertad incondicional y a la desatadura de una sociedad que ha creado unas bases 'morales' que diezman constantemente el libre albedrío de sus habitantes'
Muchos pensarán que soy egoísta y prepotente por decir que 'es bueno que un ser humano busque su libertad interior por encima del compromiso conyugal, independientemente del efecto que tenga en la vida de terceros'. Pero Wilde, si se me permite volver a citarlo, también decía que todo arte es inmoral, pues despierta en nosotros sensaciones interiores básicas humanas - en este caso la sensación de libertad por encima de todo - que en vista de la sociedad resultan inmorales. París, Texas despierta en mi una sensación inmoral básica del ser humano: una llamada desesperada a la libertad incondicional y a la desatadura de una sociedad que ha creado unas bases 'morales' que diezman constantemente el libre albedrío de sus habitantes. Estos no serán capaces de aceptar colectivamente un precepto tan drástico y tajante, pero individualmente muchos afirmarían tener la necesidad de liberarse de todo lo que conocen para purgar su espíritu.
Ahora bien, también quiero que quede claro una cosa; aunque la sensación de libertad a la que aspira Travis sea, bajo mi punto de vista, necesaria, también considero básico el sentimiento de culpa que se va acrecentando cuando algo de 'esa vida anterior' vuelve a él. Me explico. Yo puedo desear desatarme de la rutina para sentirme libre, pero con el paso del tiempo, aunque me haya empeñado en olvidar todos los pecados y el daño que hice (Travis hace exactamente lo mismo - de ahí que no recuerde muchas cosas de su pasado, pues se ha obligado a borrarlas de su cabeza con motivo de limpiar su alma), si una persona que pertenecía a la vida que he dejado de lado (véase el hermano de Travis) me hace volver 'a la realidad', conforme pasa el tiempo el sentimiento de culpa crece como un virus hasta el punto de querer resolver todo lo que se estropeó. Travis abandona a Jane y a su hijo y después de cuatro años vuelve para enmendar sus errores. Sin embargo al final de la película él decide seguir su camino. Opta por tomar la vía de la libertad y dejar a su hijo y a su mujer, aunque unidos de nuevo, solos, construyendo su vida lejos de él. Algunos odiarán el hecho de que Travis no se quede con ellos pero a mi me parece que el hecho de decidir vagar por la tierra en un estado de nirvana interior es un acto hermoso que ensalza la voluntad de un hombre redimido.
'París, Texas es una obra de arte cargada de hermosura, con un mensaje poderoso y un canto a la libertad humana'
Me ha parecido una película magnífica, llena de emociones y de sensaciones demoledoras, realistas y, lo más importante, reconocibles. Millones de personas se sentirán identificadas con los sentimientos interiores de Travis y el porqué de esa incógnita que, aunque no se corresponda con mi idea inicial, es, aun así, sobrecogedora y necesaria. Hubiese preferido una libre interpretación antes de haber sido explicado todos los porqués, sí, pero eso no quita que París, Texas sea una obra de arte cargada de hermosura, un mensaje poderoso y ser un canto a la libertad humana. Además, Harry Dean Stanton demuestra una calidad como actor fuera de lo normal, sorprendente, así como Natassja Kinski que, aunque aparezca solo unos minutos, lleva a cabo una de las mejores interpretaciones que he visto en muchos años.
Además, visualmente es conmovedora, y está rodeada de toda la belleza de un paisaje americano sensacionalmente captado por una espléndida fotografía que ensalza la hermosura de lugares que siempre parecerán ser definitivos. También cuenta con algunos planos que son muestra de una técnica inigualable (véase la superposición de la cara de Travis en la de Jane mientras hablan a través del espejo en el peep-show), escenas cargadas de un dramatismo estremecedor (es imposible soltar una lágrima cuando Hunter abraza a su verdadera madre después de tanto tiempo, o cuando Travis y su hijo ven juntos el vídeo de cuando todavía eran una familia unida) e incluso pequeños detalles que hacen colosal una obra aparentemente sencilla (el hecho de que Travis no pueda mirar a Jane mientras abre su alma y que acto seguido ella haga lo mismo). En resumen, París, Texas es una película imprescindible que satisfará a todos los cinéfilos y que despertará en ellos un torrente de impresiones sobre la vida. Lo importante no es que haya empezado criticando la vía por la que Wenders ha decidido desenlazar la película, sino que me ha hecho pensar y recordar qué soy y por qué estoy aquí. Una obra maestra absoluta.
_David Reszka – Critica Tu Cine