Así fue la llegada de Gustavo Santaolalla a la Escuela TAI, un día para compartir y aprender de un maestro
"Nunca me guié por la narrativa de lo establecido"
Para los que vimos la desgarradora, cruda y entretejida narrativa de las historias cruzadas de Amores perros, ópera prima de Alejandro González Iñárritu (1999) y nos quedamos enamorados para siempre de su banda sonora original, la presencia de Gustavo Santaolalla en la Escuela TAI fue un auténtico regalo.
Una guitarra eléctrica con algún efecto de chorus y trémolo, tirando acordes que, en apariencia, casi dan la sensación de irse a la nada pero, que en sus espacios, se van tejiendo y completando entre unos y otros a través de los silencios como un puzzle; al igual que el estilo narrativo de la propia película y, como desde ese primer trabajo ya estaba bien definida la identidad y entidad musical y artística, que le ha ido otorgando a cada trabajo cinematográfico en el que ha ido participando, desde ahí hasta el videojuego The Last Of Us.
Pero no solo para los que seguimos su trayectoria musical cinematográfica desde el principio, porque su música, trabajo y polifacetismo artístico y creativo han trascendido generaciones, géneros y fórmulas que aún estando dentro del sistema nunca se guiaron por la narrativa de lo establecido, y eso es mucho ronroco.
El silencio: elemento estructural y narrativo en la música
"Es más importante saber cuando hay que callar, que cuando hay que tocar" - Gustavo Santaolalla en TAI
La jornada empezó en la mañana con un workshop cara a cara y exclusivo con los que tuvimos la fortuna de ser seleccionados para participar en el proyecto Inteligencia Musical, proyecto impulsado por TAI y apadrinado por el propio Santaolalla.
El aura de glamour y mitomanía que se puede presuponer que provoca un artista referente, de tamaña magnitud internacional y que, entre otras muchas cosas más, ha ganado dos Oscar, se disipó en el instante que se sentó en su silla y tuvo un primer contacto visual con los que estábamos allí presentes, con una mirada limpia, iluminada e incluso aunque juguetona, inocente. Como si aquel niño intuitivo que empezó haciendo música fuera el que le había llevado hasta allí a lo largo de tantas décadas, del cual nunca se desprende y del que da la sensación que es su máximo confidente y aliado.
Santaolalla se implicó por completo en su feedback de los trabajos seleccionados, pidiendo volverlos a visionar en cada caso de los cinco trabajos, escudriñando y sacándole todo el jugo a nuestras tan diferentes propuestas, todo con un enfoque absolutamente artístico y creativo.
Más allá de las notas concretas a cada uno, como conclusión general para todos, puso sobre la mesa la importancia de algunas de las características principales que podemos encontrar en su música para cine, la de la filosofía minimalista del ¨menos es más¨ y la del silencio como subrayador narrativo que cohesiona texto, imagen y música. Dejar que los actores, el montaje, lo que ocurre, cuenten por sí sola la escena y que la música a través de los silencios sea un impulso y una elevación de esa dimensión.
Su capacidad de asombro se hizo más que palpable cuando Alberto Mengs, luthier con el que estuvimos trabajando para grabar instrumentos de distintas partes del mundo y épocas y que nos había proporcionado una semana antes para incorporarlos en nuestras piezas, le hizo un recorrido explicativo por los diferentes instrumentos empleados.
Quizá esa inextinguible capacidad de asombro es la que le da la sabiduría de saber cuándo hay que callar, y cuándo hay que tocar.
La identidad y la autenticidad como único camino
"Es importante saber quienes somos; primero dentro de nosotros, luego en nuestra casa, luego en nuestra calle y en nuestro barrio, luego en nuestra ciudad, luego en nuestro país, luego en nuestro continente, luego en el mundo y luego en el universo…"
La jornada se cerró con una masterclass en el Auditorio TAI, el cual estaba lleno como no podía ser de otra forma, no solo de alumnas/os y docentes del área de música, también de cine y de otras áreas. En ella, estuvo contando anécdotas de toda una trayectoria como el referente para compositores de diferentes generaciones e historia viva del rock argentino que es, y poniendo el foco en su visión sobre la música, el camino artístico y la vida.
Con la humanidad y cercanía que atesora y, que probablemente entre unas cuantas indescifrables cosas más, sea lo que le ha llevado al punto en el que está en su carrera, respondió a las preguntas, inquietudes y muestras de gratitud por la marca emocional y sentimental que ha dejado su música en muchos de los alumnos/as que tuvieron la oportunidad de preguntarle y dirigirse a él. "¿Porqué se ponen tan nerviosos?, no creo que sea tan feo", llegó a decir Santaolalla entre risas.
El acto lo cerró agradecido y entregado tocando en directo dos temas con el ronroco, uno de composición propia, una canción del folclore argentino de Leda Valladares y otro en la que cogió una guitarra española y mostró lo que muchos desconocían, su voz y el rock que lleva dentro. Daba la sensación que se hubiera quedado por horas.
La presencia de Gustavo Santaolalla nos hizo ver a un artista en continuo movimiento, inmerso y conciliado con la época en la que vive, conocedor de los diferentes estratos de la creación musical, de las músicas del mundo, de las raíces que se conjugan y germinan dentro de sí, que no rechaza sino que convive con el panorama musical actual de la industria, y que refleja en su música y su arte el trabajo, sabiduría y evolución espiritual de un recorrido consciente en el camino de la vida.
Rafael Domínguez
Alumni TAI
Grado en Composición de Músicas Contemporáneas
@rafael.dominguezzz
