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Exposición homenaje a Paco Lucio en TAI

noviembre 29, 2017

Un primer acercamiento a la obra y a la trayectoria de Paco Lucio nos pone ante una singular personalidad, cuyo acervo estético es deudor de aquellas vanguardias que, desde principios de la centuria pasada, apostaron por un arte capaz de establecer nuevas vías de encuentro entre diferentes disciplinas. Cine, pintura, escultura, poesía y música fueron de la mano para iniciar un nuevo viaje que les llevaría hacia unos derroteros tan desconocidos como apasionantes.

En tal contexto es donde efectivamente se ubica el devenir artístico de nuestro biografiado. Si bien es verdad que el nombre de Paco Lucio se vincula estrechamente a la cinematografía, tanto como productor, guionista o director, no menos cierto es que junto a ello, de manera paralela, el creador burgalés viene desarrollando desde su juventud un amplio recorrido pictórico. Precisamente el objetivo de la actual exposición es dar a conocer la pintura de Paco Lucio a través de sus obras más representativas, contando además con el aliciente de ser la primera vez que se muestra al gran público esta faceta de Lucio, hasta ahora reservada a su estricta intimidad y amigos más cercanos.

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Si por algo se define la producción artística de Lucio es por su carácter netamente biográfico, intimista. Junto a ello, la innegable visión cinematográfica, su peculiar primitivismo intuitivo, así como la herencia de ciertos postulados acuñados por las vanguardias históricas, terminarán por generar un universo estético tan personal como sugerente. El acento intimista de su quehacer, así como la 9 compleja iconografía encarnada por los protagonistas de su pintura, pero también de su cine, hacen preciso un acercamiento a la trayectoria vital de Lucio. Dejando a un lado anécdotas superfluas para centrarnos en las experiencias estéticas más relevantes, éstas nos permitirán atisbar cierto bajo continuo –empleando términos musicales– que articulará un discurso artístico original, ese discurso que nos hace tan reconocible su estilo y sus repertorios temáticos.

Francisco Javier Lucio Ramos nació el 4 de agosto de 1946 en la población burgalesa de Melgar de Fernamenta. Sin embargo, debido a la carrera militar de su progenitor, los primeros años de vida trascurrieron en San Sebastián, donde pronto el pequeño Paco sintió una evidente inclinación por la pintura. Dicha inquietud fue incentivada tanto por su abuela materna, quien le regaló su primer juego de acuarelas, así como por su padre, inscribiéndole en algunos cursos de dibujo.

Tal situación se truncaría cuando nuestro biografiado contaba con tan solo nueve años de edad. El fallecimiento del abuelo materno hará que la familia se instale en la localidad natal del cineasta, con el fin de poder gestionar la herencia dejada por Valeriano Ramos. Precisamente, a tenor de este capítulo luctuoso se produce uno de los hechos que más trascendencia ha tenido en la evolución personal y artística de Lucio.

Al llegar al velatorio del abuelo, aquel niño fue obligado a besar al patriarca familiar, yacente en el ataúd. La frialdad de aquel rostro, la frialdad de la muerte, generó un impacto imborrable en la retina y en las emociones del futuro creador. Paco Lucio sintió en ese momento como si la misma parca se le hubiera quedado pegada a los labios… No solo a los labios, sino a su propia vida, pues en efecto, la muerte acabaría por convertirse en uno de los te mas más recurrentes de su universo estético. No en vano, el episodio relatado se convierte de algún modo en el epicentro de Teo el pelirrojo (1986), película escrita y dirigida por el propio Lucio. En ella podemos ver a su joven protagonista, alter ego del director interpretado por Juan Diego Botto, despidiendo al abuelo exactamente como él mismo lo había hecho… Su pintura también incidirá en este trance, según apreciamos dramáticamente en Beso al abuelo (1978).

Tras superar sus estudios de bachiller en Burgos y Santander, en 1968 Paco Lucio recalará en Madrid, matriculándose en las licenciaturas de Ciencias Políticas y Ciencias de la Información (imagen y sonido). Su pasión por el cine ya iniciada en las ciudades anteriormente citadas, hace que poco a poco se vincule a este ámbito, dejando a un lado la universidad para comenzar su trayectoria profesional como auxiliar y secretario de dirección. Paralelamente, desarrollará su actividad como jefe y ayudante de producción. En un caso y otro Paco Lucio ha trabajado con nuestros cineastas más destacados, entre quienes destacan Elías Querejeta, Víctor Erice, Carlos Saura, Ricardo Franco, Jaime Chávarri, José Luis Borau, Jaime de Armiñán o Carlos Saura.

La eclosión de su entrega al séptimo arte llegaría con la fundación, junto a Teo Escamilla y Jaime de Armiñán, de la productora A punto, a la que se deben, títulos como El nido (1980), que contó con una nominación a los Oscar, o En septiembre (1982), ambas dirigidas por el último de los nombrados. Su carrera cinematográfica culmina con tres películas de las que Paco Lucio ha sido director y guionista. Su ópera prima fue la ya citada Teo el pelirrojo (1986), que representó a España en el Festival Internacional de Cine de Berlín. El mismo papel fue el que jugó El aliento del diablo (1993) en el Festival de San Sebastián. Su último filme ha sido La sombra de Caín (1999).

Aunque desde finales de los sesenta Madrid ya se había convertido en la ciudad del artista, lo cierto es que estos largometrajes reflejan los recuerdos de aquella adolescencia vivida en Melgar, pueblo al cual sigue ligado personal y emocionalmente. Exactamente lo mismo que sucede con sus óleos, 11 pues de manera simultánea junto a la carrera cinematográfica sucintamente descrita, Lucio nunca ha renunciado a la pintura, variando eso sí la intensidad de su dedicación a esta disciplina según ha evolucionado su trabajo en el cine. Ya se ha hablado de la presencia de la muerte en el devenir creativo de Lucio. Tal experiencia se puede entender en un plano eminentemente biográfico. Hemos aludido al suceso acaecido en el velatorio de su abuelo, pero también debemos reseñar el repentino fallecimiento de su hermano en un accidente de tráfico en 1999 y, por supuesto, la defunción de su esposa Mari Cruz, acaecida en 2006. Estos capítulos ciertamente trágicos no hacen sino impulsar la vocación pictórica de Lucio, ya que el lienzo se convierte en ese lugar mediante el cual este creador encauza su rabia, su tristeza y soledad, amén de reflexionar en torno al irresoluto e irresoluble misterioso fin de la vida. Junto a lo expuesto, los óleos del biografiado plasmarán ese auténtico culto a la muerte tan propio de la tradición popular castellana. Velatorios, cortejos fúnebres y entierros constituyen un reclamo donde en muchas ocasiones, según observamos en el imaginario de Lucio, drama e ironía, tragedia y comedia, parecieran darse la mano. En este sentido nuestro autor se inserta en una tendencia no muy distinta a la de José Gutiérrez Solana por lo que a pintura respecta, o a la de algunos trasuntos del cine de Luis García Berlanga. La reiteración de tal repertorio iconográfico explica la admiración que Lucio siente por Edvard Munch, cuya vida y obra tan marcadas estuvieron por la enfermedad y la muerte. La opresión y espacios limitados que hallamos en los cuadros de Lucio, así como sus personajes alienados por la ausencia de vida y el sufrimiento, presentan ciertos débitos con lo más representativo del pintor noruego. Si hablamos de referentes históricos que nos puedan ayudar a contextualizar la producción de este creador, evidentemente debemos referir al último Goya, quien recrearía de manera tan expresiva en sus Pinturas negras la tragedia de la propia existencia.

Lucio parece brindar un homenaje al genial aragonés, ofreciéndonos su propia visión de aquel Duelo a garrotazos, y lo hará con Duelo. Barrio Sur (1982), cuyos protagonistas se muestran indolentes ante una pelea entre familias por un mal de amores. Otro tanto podríamos decir del impacto que en Lucio causa la trágica soledad de Francis Bacon o la agudeza emocional del Picasso más primitivo. Iniciábamos de hecho este texto aludiendo a las vanguardias de los primeros años del siglo XX, pues el Expresionismo, el Cubismo, el Fauvismo o, 13 más tarde, el Informalismo y grupos como CoBrA, mostraron un gran interés tanto por el arte primitivo como por el instinto. Las últimas producciones de Lucio parecieran hablar un lenguaje inspirado por tales postulados, si bien nuestro autor llegará a ello más por intuición que por formación. En efecto, bien podemos considerar a Lucio como autodidacta, eso es lo que otorga a su arte un sentido primigenio, cuyas formas se convierten en una sintaxis donde la morfología de su cromatismo constituye un lenguaje directo, desgarrador en ocasiones. En definitiva, un discurso sincero, cuya angulosidad y colores nos retrotraen a un expresionismo no contaminado por la herencia clásica o por las reglas dimanadas del academicismo. Incluso algunos de sus temas también enlazan con un mundo remoto anterior a dicha tradición, a unos mitos perdidos en la noche de los tiempos: Dios Dagom de los Filisteos, El dios-pez (2017).

Es en las story boards de Lucio donde quizá hallemos el mejor diálogo entre cine y pintura, si bien en todos sus cuadros la proyección fílmica es evidente. Nótese a este respecto su gusto por la recreación del plano máster, el juego de determinadas sombras, los diferentes espacios que ocupan los personajes para resolver la historia, etcétera. En las story boards, es decir, en la secuenciación visual de una película durante la fase de preproducción, Lucio aúna la lógica del relato del guion con la narración visual. En los respectivos fotogramas representados, línea y color no solo describen localizaciones, planos o paisajes, sino que además dichos aspectos poseen una capacidad expresiva tan importante como cada una de las palabras, como cada uno de los silencios incluidos en el propio guion.

No podemos concluir esta reseña biográfica de Paco Lucio sin aludir a otra actividad de gran proyección: la docencia. Desde que se vinculara hace casi cuarenta años con la Escuela Universitaria de Artes y Espectáculos TAI, han sido cientos los estudiantes de cine que han podido disfrutar de la amplia experiencia de nuestro biografiado en este ámbito, habiendo impartiendo asignaturas como Guion, Montaje, Planificación o Análisis cinematográfico. Junto al notable conocimiento de Lucio en tales disciplinas, destacan sus naturales dotes para la comunicación y especialmente para trasmitir a sus alumnos esa pasión por el cine, por el arte, el mismo entusiasmo que podemos encontrar en su pintura. De esta guisa Paco Lucio vuelve en esta ocasión a la Escuela Universitaria TAI para enseñar de nuevo, convirtiendo ahora el cine en pintura y la pintura en cine, diferentes y semejantes disciplinas que de la mano de Lucio se unen para hablarnos de la mejor de las ficciones: la vida.

  Texto: Javier García-Luengo Manchado

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