Blog BLOW-UP: La realidad percibida de mil maneras (o tal vez solo 3)

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BLOW-UP: La realidad percibida de mil maneras (o tal vez solo 3)

febrero 11, 2013

La vida de un fotógrafo londinense dará un cambio radical cuando, en una de sus improvisadas sesiones al aire libre, capta una imagen que muestra un posible asesinato. La obsesión por descubrir el desenlace de la escena tomada solo se verá superada por la subjetividad de la realidad en la cual vive.

Como requisito para ingresar a la Escuela donde estudio, me pidieron escribir un ensayo sobre la razón por la cual me gusta el séptimo arte. Si me permiten, un extracto del mismo decía lo siguiente:

'El cine es el arte más completo que existe. Nos da la posibilidad de experimentar diferentes sensaciones visuales y sonoras que provoca una reacción en nuestro cuerpo y mente de una manera determinada. No hay nada como un escalofrío en una película de suspenso, una lágrima en una romántica o una carcajada en una comedia. Todos estos sentimientos pueden marcar un antes y un después en nuestras vidas, luego de 120 minutos de proyección.'

Desde mi punto de vista, el cine es un arte que debe tener como objetivo final el espectador, quien debe tomar esa creación y moldearla a su beneficio, siempre adecuándola a la realidad imperante en su entorno. Esta visión era históricamente compartida por el común denominador de directores, hasta que la década del 60 vio aparecer a un grupo de realizadores que ponían en duda su efectividad. Fue así como, con la participación de grandes maestros entre los cuales estaban François Truffaut, Jean-LucGodardAlan Resnais, nacería un estilo cinematográfico conocido como ''cine de autor'', el cual priorizaba la percepción personal que un autor (director) tenía sobre la realidad y como, posteriormente, lograría plasmarlo hacia una película al margen de lo que era comúnmente aceptado por la sociedad.

Y fue precisamente esta corriente con la cual Michelangelo Antonioni (1912-2007) sería reconocido mundialmente, siendo 'La Notte' (1961) la película que le valió el aclamo no solo del publico sino también de la crítica especializada, ganando el Oso de Oro en el festival de Berlín. Completada con 'L'avventura' (1960) y 'L'eclisse' (1961), estas 3 formarían lo que posteriormente seria conocida como la ''trilogía de la modernidad'', por compartir toda una estética y temática muy similar sobre la alienación del hombre en el mundo moderno.

Michelangelo Antonioni

'La película resume todos los acontecimientos que un joven y pasional fotógrafo experimenta al creer descubrir algo misterioso en uno de sus trabajos'

Pero si hay una de sus obras que merece otra dosis de intensiva atención, sin duda es ‘Blow-Up’ (1966), su primera película de habla inglesa y sobre la cual opinaré en esta especial entrega del blog.

Como inicialmente escribí, la película resume todos los acontecimientos que un joven y pasional fotógrafo experimenta al creer descubrir algo misterioso en uno de sus trabajos. Es una sinopsis que puede confundir a alguien que no ha tenido cierta aproximación a la obra de Antonioni (como sucedió conmigo), pero que si es analizada a detalle, puede tener un significado tal vez no evidente, pero muy importante si deseamos entender la visión del director.

Si van a apreciar esta obra, lo primero que les pediré es algo muy simple: paciencia. Los primeros minutos nos sirven para conocer de manera muy superficial la personalidad del fotógrafo (no mencionan su nombre), con un ritmo pausado y que puede llegar a hastiar a ciertas personas. Aunado a esto, la película presenta muy pocos efectos de sonido que permitan darle más agilidad a lo que sucede en la pantalla o crear una mejor relación con un personaje tan poco carismático como el interpretado por el actor David Hemmings.

Un plano, diferentes niveles.

'Solo cuando se revelan las fotos, el protagonista se da cuenta que lo captado no fue una escena romántica, sino un intento (exitoso o fallido, aún no lo sabemos) de asesinato'

En estos primeros minutos Antonioni utiliza elementos simples pero muy efectivos en cada uno de sus planos, desde un escueto árbol que representaba la pobreza y debilidad en cierta parte de Londres hasta una sesión de fotos que transmite de manera muy intensa y efímera esa pasión que cualquier persona debe sentir por lo que hace. Estos elementos son el preámbulo de lo que sería aquella famosa escena donde el fotógrafo capta a una solitaria pareja dándose muestras de cariño en un parque (guiño al voyerismo). Acto seguido, la mujer (interpretada por la bellísima Vanessa Redgrave) intenta obtener las fotos tomadas, lo cual desde ya nos permite saber que algo no anda bien, pero que recién descubriremos en minutos posteriores.

Solo cuando se revelan las fotos, el protagonista se da cuenta que lo captado no fue una escena romántica, sino un intento (exitoso o fallido, aún no lo sabemos) de asesinato. Es aquí cuando el personaje principal cambia sus motivaciones y es guiado hacia un camino que ni él ni nosotros sabemos cómo terminará, pero estamos seguros de querer seguir.

¿Un cadáver o algo producto de la imaginación?

Y es aquí cuando comienza otro tipo de película, tal vez un poco más intensa y con un mejor ritmo, pero sin dejar de presentar aquellos elementos que representan para Antonioni una visión muy personal de la realidad, la cual solo existe para la persona que la experimenta, mas no para otros que pueden algo totalmente diferente. Es decir, la existencia de un acontecimiento solo es real cuando puedo demostrarlo antes los demás, lo cual se ve claramente simbolizado cuando el fotógrafo no termina de creer lo que ha visto en el parque (en una segunda y final visita) hasta que su agente publicitario y amigo Ron (Peter Bowles) acceda a ser su testigo. Y es justamente cuando lo encuentra que podemos apreciar otro ejemplo de como el autor relativiza la realidad, cuando al cruzarse con la modelo Verushka (con quien participó en aquella intensa sesión fotográfica) le pregunta: ‘’ ¿Acaso no estabas en París?’’, a lo que ella (súper ebria y con marihuana hasta en la sangre) responde: ‘’Claro, estoy en París’’. La realidad que ella vive, sea de manera natural o incentivada, no es la misma que nosotros estamos experimentando.

Otro factor (de los muchos) que me gustaría resaltar, es la particular manera en como Antonioni utiliza la cámara, no solo para darnos un punto de vista sobre lo que el protagonista o personajes secundarios están experimentando, sino también para saber lo que él, como director, ve a través de ella. Hay muchos planos secuencia que comienzan a mostrarnos cierto escenario, cuando de pronto vemos que el protagonista viene del lado contrario al cual la cámara está apuntando, como si dejara de ser un mero instrumento transmisor para convertirse en un personaje con un propio punto de vista. 

Lo primero que vemos es un plano general del protagonista subiendo por una escalera, regresando al lugar donde tomó la fotografía. Hay que tener en cuenta que la realidad lo supera de sobremanera, no eligiendo cualquier parque para realizar la toma, sino uno con la vegetación más frondosa que puede existir. También quiero anotar que el personaje de Hemmings viste de blanco y negro, colores que parecen querer romper la uniformidad de ese mar verde en el cual está entrando. Luego, en una serie de planos se nos muestra la decepción de nuestro personaje por no encontrar al cadáver que aseguraba haber captado en cámara. El joven, aún de rodillas, mira hacia arriba y es ahí cuando Antonioni muestra unas ramas bailando al compás del viento y baja la cámara para ver no solo a nuestro personaje de pie (¿Fallo intencional de raccord dirían algunos?), sino con un importantísimo detalle: la expresión del personaje no es la misma que la vista anteriormente. Es como si se hubiera despertado de algún tipo de trance o estado alucinógeno (me hace recordar mucho a Alex en ‘’La Naranja Mecánica’’) que el director nos quiere mostrar para iniciar en nosotros la duda sobre la veracidad de lo que está sucediendo en la toma. Y si quieren otro ejemplo, pues vean la escena final donde el buen Michelangelo, luego de casi dos horas de película, juega con la realidad que el espectador acaba de presenciar en el écran.

Escenas como esta se repiten a lo largo de la cinta, a veces de manera más obvia que otras pero siempre teniendo la marca Antonioni visible (el valor que los objetos pierden fuera de su contexto y como estos solamente representan arte cuando son obsoletos, buscar romper las líneas de lo convencional y uniforme, utilizar planos detalle de fotografías para resumir una escena). Definitivamente me daré tiempo para ver más obras del maestro italiano para confirmar o refutar las técnicas vistas en esta cinta. 

Una película no es importante por los premios que gana o por las críticas que recibe de los medios de comunicación. Una cinta es importante por el mensaje que quiere dar y por la manera que este es captado, digerido y entendido por un espectador que necesita y desea ser enriquecido cultural, personal y socialmente a través de la pantalla grande.  Los convencionalismos no sirven de nada, sino son usados meramente como una base para otras formas de ver la realidad, tal vez absolutamente opuesta a la nuestra, pero siempre importante y merecedora de una oportunidad. 

 _César Pereyra

 

 

 

 

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