El revival del famoso musical con canciones de Cole Porter 'Anything Goes' ha terminado una etapa de éxito (incluyendo 3 Premios Tony, los Oscars del teatro, en 2011), celebrándose este verano su última función de Broadway. Aprovechamos para hacer una crítica del espectáculo... y un homenaje al rol de las "chicas del coro" en la historia del musical.
'Anything Goes': la sonrisa de una chica del coro
Hay algo que me atrae en las protagonistas de los cuerpos de baile femeninos. Me parece fascinante que la figura de la típica “chica del coro” haya sido una constante desde los primeros espectáculos de Broadway, a comienzos de siglo. Ya en los grandiosos shows de variedades que montaba Florenz Ziegfeld desde 1907 hasta principios de los años 30, los famosos “Ziegfeld Follies”, existían las denominadas “Ziegfeld Girls”; un grupo de bailarinas con trajes imposibles que se convirtieron en la atracción de la época. En la misma línea y a mediados de los años 20 nacieron las “Rockettes”, estrellas del clásico “Christmas Spectacular” del Radio City Music Hall; es ya un icono el momento en el que, todas en línea, ejecutan el esperado baile en el que levantan las piernas hasta alturas estratosféricas. En España, lo más parecido que hemos tenido durante muchos años y hasta la llegada de los espectáculos de Broadway a nuestro país, han sido las vedettes de los espectáculos de revista, tan populares durante una larga época.
Todas esas bailarinas del coro, ya sean las vedettes españolas o las chorus girls americanas, me producen una gran fascinación. Las veo tan alegres, siempre con una sonrisa en la boca, exultantes de energía… pero siempre en un segundo plano. Sabes que están ahí y son parte importante de la producción, puedes sentirlas y disfrutar con ellas pero nunca personalizas, son como un gran grupo compacto y cohesionado, como si todas ellas fueran una sola. La mayor parte de las veces las ves como un todo y te olvidas de que cada una de ellas es una persona con sus sueños, anhelos, alegrías y tristezas. A veces caigo en la cuenta de ello cuando estoy viendo un show y durante unos instantes me fijo en ellas. Me pregunto quién será aquella chica de la esquina en la segunda fila del coro, que hay detrás de esa sonrisa, de donde viene, cómo llegó a trabajar en ese show, qué ocupa su vida cuando no está sobre el escenario. El extraordinario musical “A Chorus Line” supo dar voz a estos miembros del cuerpo de baile, otorgándoles al fin un nombre, diferenciándoles del conjunto, sacándoles a la luz y construyendo una sencilla historia basada en sus sentimientos, en sus aspiraciones… en la vida real de un grupo de artistas que están abriéndose camino en la industria del espectáculo.
Muchas de estas chicas del coro aparecen en la escena que abre “Indiana Jones y el Templo Maldito”, un comienzo que me mantenía atento sin pestañear cuando era un niño. Quizás ya entonces mi subconsciente me hacía apreciar el teatro musical, no sabía muy bien lo que estaba viendo pero algo me atraía de esa primera secuencia. Kate Capshaw, la protagonista femenina de la película, ejecutaba el número que da título al musical “Anything Goes” interpretándolo rodeada de un cuerpo de baile de múltiples chicas al más puro estilo Broadway. Me llamaba la atención ese traje rojo, esa inspiración oriental, ese número de claqué en el que todas esas chicas sonrientes nos daban la bienvenida a aquella película de aventuras… Entonces solo me dedicaba a disfrutar con ello sin imaginarme que años después estaría en Nueva York viendo el espectáculo del que provenía aquella canción.
Un target de público muy particular
Al ver la última gala de los Premios Tony no pude más que quedarme atrapado por el espectacular número de claqué que ejecutó Sutton Foster junto al cuerpo de baile de “Anything Goes”; merecidamente aquella noche se llevaron a casa los Tony al Mejor Revival, Mejor Actriz y Mejor Coreografía. Aquella proeza coreográfica hizo que me interesara por esta nueva versión del clásico musical y decidiera comprar una entrada para el show.
Una vez dentro del Stephen Sondheim Theatre y antes de que comenzara el show me di cuenta de que era uno de esos musicales con un target de público muy determinado; al igual que por ejemplo el “El Color Púrpura” fue un éxito entre afroamericanos, “Anything Goes” tenía el teatro a rebosar de gente mayor, muy mayor. Quizás puede ser que ayudara el hecho de que es una producción del Rondabout Theatre, organización con suscriptores desde hace muchos años o que la función fuera una matinee, más proclives a tener este tipo de target, pero el caso es que la gente a mi alrededor era, en su gran mayoría, de muy avanzada edad. Mi opinión es que, más allá de estos detalles, la explicación es más sencilla, quizás es que simplemente es un musical clásico, originalmente estrenado en 1934, que es cercano y gusta mucho a las personas mayores. Es posible que sientan de un modo especial todos esos éxitos de Cole Porter que componen la banda sonora del show, que incluso los escucharan por primera vez siendo muy jóvenes en su estreno.
Un divertido viaje en barco
El espectáculo trata sobre un viaje en barco desde Nueva York hasta Londres, durante el que el polizón Billy Crocker tratará de conquistar a su enamorada Hope Harcourt, rica heredera prometida a Lord Evelyn Oakleigh. Billy pide ayuda a su amiga, la cantante Reno Sweeney, que junto a Moonface Martin, mafioso perseguido por la justicia (un placer ver en escena de nuevo al legendario Joel Grey), harán todo lo posible para ayudar a Billy a conseguir su propósito de enamorar a la supuesta rica heredera.
Se rumorea que el título de la obra (llamada en sus primeras versiones “Crazy Week” y “Hard to Get”) surgió cuando en una de las múltiples reuniones de producción para tratar de mejorar el show antes de su estreno, un miembro del equipo exclamó: “¿Y cómo demonios vamos a terminar el primer acto?”, a lo que el productor respondió: “At this point… anything goes (Llegados a este punto… lo que sea, vale)”. Tras haberlo visto he de decir que nada está dejado al azar y que no es cierto que cualquier cosa valga. “Anything Goes” es la típica historia de enredo, con continuos equívocos entre personajes, muy bien hilvanada, dinámica, y con momentos muy divertidos. Los actores son excelentes (destacando una espectacular Sutton Foster en el papel de Reno, esta actriz tiene un brillo especial y consigue dar una luz mágica a todos los personajes que interpreta), las clásicas canciones de Cole Porter son una delicia y la puesta en escena, sin ser excesiva, presenta con dignidad la cubierta del trasatlántico así como algunos otros sets: bares de Nueva York, camarotes o teatros de variedades en alta mar. El momento álgido del show es el final del primer acto, cuando al igual que ya había visto en los Tony, pude disfrutar de aquella frenética coreografía de claqué al ritmo de la canción “Anything Goes”: las ovaciones del público al finalizar (y durante) el número me dejaron impresionados.
Mi compañera de butaca
Sin ser el tipo de musical que más me suela gustar (normalmente me siento más atraído por nuevas propuestas contemporáneas y menos por los grandes clásicos de época) pasé un rato muy agradable, con una sonrisa en la cara la mayor parte del tiempo. Aunque quien realmente tenía una sonrisa perenne era la mujer que estaba sentada a mi lado. Cuando llegué a mi asiento antes de que comenzara el show pude comprobar que mi compañera de butaca era una mujer muy anciana, realmente mayor. Me resultaba difícil calcular cuántos años tendría pero me pareció que podría estaría acercándose al centenar. En cualquier caso, el que pudiera tener casi un siglo de vida no era impedimento para que aquella mujer desbordara una energía exultante, pasándose todo el espectáculo tarareando las canciones de Porter y siguiendo el ritmo de la música con todo su cuerpo, casi como si pudiera saberse aquellas coreografías. Al terminar la representación, se dirigió a mí con una amplia sonrisa de felicidad y me dijo: “What a great show!”. Realmente había sido un gran show, pero más impresionado que por lo que había visto en escena lo estaba por la mujer que tenía sentado a mi lado; ver a alguien de su edad cantando, bailando y desbordando energía con aquella vitalidad sí que había sido un gran espectáculo. Por un momento mi imaginación comenzó a volar y quise creer, quién sabe si estaba en lo cierto, que aquella anciana no era una simple espectadora. En mi mente ella había sido un “chica del coro” durante su juventud, una “Zigfield Girl”, una “Rockette” o quién sabe si una de las bailarinas que estrenaron “Anything Goes” hace tantas décadas. Quise pensar que esa mujer se había retirado hace muchísimos años pero que aún era feliz y se le iban los pies cuando escuchaba aquellas melodías que bailaba en sus años de juventud. Le contesté que a mí también me había parecido un gran show y le correspondí con una gran sonrisa de agradecimiento, en mi imaginación ella representaba a tantas chicas del coro que han ayudado a escribir desde el anonimato la historia de Broadway.
-Diego Rebollo. Twitter: @diego_rebollo
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